miércoles, 22 de octubre de 2014

The Bloody Judge/ Il trono di fuoco. El Proceso de las Brujas



Ficha Técnica: 

Titulo original: The Bloody Judge/ Il trono di fuoco. 
Año: 1970.
País: Reino Unido/España/RFA/Italia.
Duración: 86 minutos. 
Director: Jesús Franco. 
Guión: Enrico Colombo, Jesús Franco, Michael Haller, Peter Welbeck, Antony Scott Veitch. 
Producción: Towers of London/Fenix Films/Terra Filmkunst/Prodimex. 
Fotografía: Manuel Merino (Color). 
Música: Bruno Nicolai. 
Montaje: María Luisa Soriano. 
Diseño de producción: Jack Taylor . 
Reparto: Christopher Lee, Maria Schell, Maria Röhm, Leo Genn, Hans Haas Jr., Diana Lorys, Howard Vernon, Margaret Lee, José María Prada, Peter Martell. 

Sinopsis: 

Inglaterra, año de gracia de 1685. La situación es muy tensa, pues los partidarios de Guillermo de Orange conspiran para destronar al rey Jacobo II Estuardo. En ese contexto, el sanguinario juez Jeffries (Christopher Lee) siembra el terror en el condado de Wessex, deteniendo y condenando tanto a opositores políticos como a bellas muchachas acusadas de brujería, las cuales son sometidas a los más crueles suplicios para que confiesen sus pecados, antes de ser enviadas a la hoguera. 

Crítica: 

El Proceso de las Brujas” pertenece a la fase final de la colaboración entre Jesús Franco y el inefable productor británico Harry Alan Towers, contando también con la participación de un “Producer” español, Arturo Marcos, alguien que tendrá su importancia en este periodo de la obra “Franquiana”. Se va a rodar en tierras portuguesas (En los alrededores de Estoril), así como en la Casa de Campo de Madrid, entre el 11 de agosto y el 6 de septiembre de 1969. 


Partiendo de la base histórica de un personaje que existió realmente, el tal Juez Jeffries, que hizo estragos en esa época –que, casualmente o no, es la misma en la que se desarrolla el gran clásico del cine de piratas titulado “El Capitán Blood” (The Captain Blood, Michael Curtiz, 1935) -.


Franco pone en pie una trama tan previsible como ramplona (Adjetivo que muy acertadamente le encasqueta Carlos Aguilar en su interesante libro sobre el prolífico cineasta madrileño), por la que transitan y deambulan algunos intérpretes que indudablemente conocieron tiempos mejores, tales como Maria Schell – en un breve papel -, Leo Genn, o nuestro José María Prada, postergado en un rol muy secundario, mientras que el gran Christopher Leemonopoliza el protagonismo, sublima sus pulsiones sádicas tocando el órgano, y un ramillete de hermosas muchachas lugareñas – incluyendo a las cuasi míticas Margaret Lee Diana Lorys – pasan por la lóbrega y tétrica mazmorra atendida por el inevitable Howard Vernon, en tanto Maria Röhm, la esposa de Towers, retoza bucólicamente con el galancete de turno en la intimidad de un pajar, y es el oscuro objeto de deseo del infame juez, que al final se llevará su merecido y las pagará todas juntas. 


La película se inscribe dentro de un subgénero típico de la “Serie B” europea del momento que podríamos denominar “Histórico-Sádico-Inquisitorial”, muy socorrido en Italia, donde enlaza con su propio “Gótico”, con ilustres precedentes como “La Máscara del Demonio” (La Maschera del Demonio, Mario Bava, 1960) o “La Frusta e il Corpo” (Mario Bava, 1963), y que va desde la Alemania de “El Tormento de las 13 Doncellas” (Die Schlangengrube und das Pendel,Harald Reinl, 1967) hasta la España de “Inquisición” (íd, Paul Naschy, 1976), aprovechándose del general relajamiento censorial para vender historias truculentas, adobadas con la carnaza de atractivas jóvenes desnudas o semidesnudas, sometidas a atroces torturas por salaces verdugos como el que aquí incorpora el suizo Howard Vernon, actor-fetiche de Franco durante tres décadas. Cuando su interés comenzó a declinar, fue rápidamente sustituido por el “Porno Nazi”, con algunas premisas argumentales comunes, explotando descaradamente el éxito comercial de películas como “La Caída de los Dioses” (La caduta degli dei, Luchino Visconti, 1969) y “Portero de Noche” (Il Portiere di notte, Liliana Cavani, 1974). 


La producción cuenta con relativo presupuesto (Reconstruyendo batallas en las que incluso se utiliza artillería), una aceptable ambientación de época, una fotografía por lo general oscura y poco contrastada – que no es lo mismo que tenebrista – y ese uso y abuso del “Zoom” revelador de una realización abiertamente cutre, y que entra en contradicción con algún otro título “Franquiano” de este mismo periodo, como por ejemplo “Marquis de Sade: Justine” (íd, 1969), muchísimo más cuidada desde el punto de vista estético y formal. 


Cine-Kleenex”, pues, de usar y tirar, de mero consumo, apto únicamente para completar programas dobles o exhibir en circuitos escasamente exigentes, síntoma de la deriva que ya estaba comenzando a experimentar el trabajo de Jesús Franco, transitando rápidamente desde su muy meritoria etapa en blanco y negro (1961-66), hacia el cine “Trash”, fruto del “Estajanovismo” profesional – a veces muy poco profesional – que pronto le caracterizaría, al mismo tiempo que su obra comenzaba a llamar la atención de cierto sector de aficionados en varios países europeos, tal vez precisamente por eso… 


Visto hoy, retrospectivamente, no deja de ser una pena la historia de este cineasta, maldito entre los malditos, porque quien muchos años más tarde llegaría a ser bautizado como “El tío Jess” y adoptado por una creciente legión de admiradores, había mostrado auténtico talento en el primer tramo de su caudalosísima filmografía, cuando sus películas desprendían un aliento -a veces romántico; siempre erótico – de lo más estimulante.

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